Capítulo 5: los primeros jugadores de Locomotoras Albacete

Locomotoras Albacete en 1896 antes de un partido de
la Copa Alfonso XII contra el Soria Foot-Ball Association

La "ciudad" de Albacete tenía en 1894 poco más de 20000 habitantes, según la propia web del Excelentísimo Ayuntamiento de Albacete. Aquellas familias, nos comenta don P. García, de la Universidad de Castilla-La Mancha, vivía principalmente de la agricultura y todo lo que funcionaba alrededor de la misma: aperos, transporte, herrería, zapatería, etc. Pero la llegada del ferrocarril, ¡ay, amigo!, trae consigo un arcoiris de posibilidades laborales para toda una generación que veía la posibilidad de abandonar la rueda de la tierra que había movido la provincia durante siglos.

Mozos aventando el grano en la era. Albacete 1891

En medio de una región a más de un día de viaje tanto de la costa como de la capital del reino, la llegada del tren traía consigo la necesidad de una miríada de técnicos de mantenimiento, supervisores, ingenieros, funcionarios, empleados del correo, mozos de la mercancía, comerciantes, viajeros, restauradores y hosteleros varios, y todos los gremios de servicios para mantener a punto a dicha fauna.

Si acercamos el foco sobre la fábrica de locomotoras Mikado, situada por lo visto sobre la actual calle Zamora, nos encontraremos con un equipo enviado por el Marqués de Salamanca para la fundación de tamaña compañía. Los parientes vascos que se envían a tal efecto reclutan a una cuadrilla de mozos albaceteños para tan varonil tarea, pero pronto incorporan a sus esposas y novias al grupo.

Cutre foto de la factoría Locomotoras Albacete S.L.M. tal

y como aparece en un folleto de Goicoechea y Cía. de 1900.


Desde lo alto Chinchilla, amigo, se ve La Roda, se ve La Roda, Albacete y Almansa; la Mancha toda, La Mancha toda, pero además ahora se podía ir de la primera a la última cómodamente en tren. En Albacete no se sabía en 1893 lo que era un sindicato, y ni al señor Marqués ni a Goicoechea les interesaba a priori. Sin embargo, John Hulse se dio cuenta inmediatamente de la necesidad de uno en su primera semana en La Mancha. Parece ser que los mozos se llevaban al tajo unas pieles de conejo rellenas de vino de la tierra que utilizaban para "mantenerse mojados por dentro". A eso había que sumar que "en España se para a medio día para almorzar" y, como usted sabrá, un almuerzo albaceteño de finales del siglo XIX podía perfectamente contener unas 1500 calorías, regadas con un dulce y suculento porrón. ¡Pobre John: las fiestas de Magaluf quedaban tan lejos en 1893!

Después del trabajo, antes de volver a casa para la cena, la cuadrilla tenía por costumbre llevarse una perra chica a la posada o taberna local y terminar de "mojarse por dentro", para llegar a casa bien caliente. Las caras a primera hora de la mañana de esa primera semana de formación en la fábrica albaceteña debieron dar mucho desasosiego al Sr. Hulse, por lo que se le ocurrió dar a los chavales algo que hacer para después del trabajo con el fin de tenerlos distraidos entre el silbato de la salida y la cena, y organizar pasatiempos más familiares para el fin de semana. John Hulse fue la persona que hizo el primer balón de fútbol que jamás conoció la ciudad de Albacete, y probablemente La Mancha.

¡Bendito foot-ball! Era un deporte simple, sencillo de aprender, barato, y tan exigente a nivel físico que no dejaba ganas de muchas juergas después de un par de horas correteando encima de unas eras. Y a las eras nos vamos, porque John hizo subir a la cuadrilla al tranvía E una tarde al salir de trabajar, ése que daba la vuelta a la ciudad por fuera, desde el actual paseo de las Cuba hasta el sur del pueblo. Allí, muy cerquita de la iglesia de Fátima, había, no pisos y casas, como ahora, sino eras donde aventar el grano, y La Primera, madre de la actual Segunda, tenía un terrenillo donde se jugó el primer partido de balompié de la historia de la ciudad.

Ya hemos visto en el capítulo anterior que la cosa no fue precisamente bien. Sin embargo, John Hulse terminó no sólo formando a aquella muchachada en el arte de ensamblar máquinas híbridas de vapor, sino también en el foot-ball. Este capítulo quiere arrojar la poca luz que hay sobre aquellas gentes que desvirgaron el balompié de Albacete. ¿Quiénes eran? ¿Cómo se las gastaban? ¿Qué fue de ellos?

De izquierda a derecha; arriba: Miguel, Menchero, Abel;

centro: Carmelo, Pelotos, Ángel;
abajo: Gregorio, Manganeso, Pentio, Pedro, Aberroncho


Matias Salas Valero "Aberroncho" fue, como curiosidad, el primer habitante de Albacete en adquirir un automóvil. El pobre hombre murió en la guerra confundido con un fascista cuando estaba cazando por Santa Ana.

 Abenrroncho presumiendo de auto nuevo, aparcando
con sus huevos toreros frente a la churrería en la actual
avenida de España

El nombre real del "Menchero" era José María Viñas Cardona y no era de Albacete, sino de Mercadal (Menorca).  De él cuenta Otto cosa colosal. Acabó siendo el portero del equipo. Por lo visto perdieron una vez en copa  2-9 con el jovencísimo Huelva Recreation Club -efectivamente, el Recre.Al terminar le preguntó el capitán rival si le pasaba algo al can Cerbero. Resulta que ni Menchero, y al parecer ni nadie en Albacete, sabía que el portero podía coger el balón con las manos. Con éstas, aún consiguieron clasificarse para aquella fase final de la copa Alfonso XII como campeones de Murcia. También añade Otto en sus cuardernos que era "admirado por el mujerío". Él sabrá qué querría decir con eso.
José María Viñas Cardona "Menchero"

Manganeso era un muchacho gitano que buscando peonás por todo Albacete y terminó en jugando al fútbol con los locomoteros. Cuenta Otto que era muy trabajador y extremadamente serio, y no toleraba bromas ni ofensas en relación a su etnia.


Copa de Murcia de 1897, valedero como clasificación para la Copa de Alfonso XII. En el desaparecido Torre de la Marquesa de Murcia juegan la final las Locomotoras Albacete contra el Levante Foot-ball Club; no confundir con el Levante U.D. de Valencia. Hay victoria de los murcianos. No constan alineación ni goleadores, pero sí apunta Otto lo siguiente:
El juez -árbitro- renega a Manganeso llamando le "jitano quieto; ciudao con el jitano" y otras cosas que no siento bien porque esta jente habla rarismo. Manganeso se lan carao en la segunda parte y la dicho 'juez estate que te voy a calzar una almendra como sigas renegandome y yamandome jitano'. El juez sa reido y Manganeso la soltao la almendra. San enzarzao y los han separao y san ido los dos. Calero -entrenador- se lo a yevao a tomar unos binos y no sabemos el juez. An parao el partido asta encontrar juez y a remate sa ofrecio el dueño el campo. No nos emos conformao pero no tenemos perras pa posada en Murcia asi que a dicho Calero que juguen y an jugao. Emos terminao y buelto a la estacion pero Calero no a benio i nos hemos subido al tren" En otra página glosa: "Aparecio Calero dice ca perdio el tren de tarde y sas perao al matutino de Madri. Sa quedao seguro con la de los binos con el Manganeso. Manganeso sigue con pesambre.

Hay imágenes de ese partido en el Archivo Histórico
Provincial de Murcia. Podrían ser de las imágenes más
antiguas de balompié jamás filmadas en España.

Sin duda alguna, la parte más loca de los inicios de Locomotoras Albacete la protagoniza don Benito Calero Morcillo. Benito era un “encalaor”  (pintor) en Villarrobledo.

El roblense Benito Calero Morcillo

Cogió el expreso Madrid-Cartagena, que entonces paraba en Villarrobledo y en Albacete, entre otros numerosos puntos, porque tenía que hacer dos exámenes en las escuelas secundarias de Albacete. Por entonces había varios ferrocarriles que dos veces al día surtían la capital y la costa de jornaleros frescos en busca de una vida mejor. Centrémonos: resulta que al pobre Benito le robaron la cartera en el tren. A medío día, Manganeso, que estaba arreglando una locomotora en una vía muerta de la vieja estación, le oyó llorarle al interventor que no tenía dinero y ni dónde quedarse en Albacete, así que el honradísimo gitano intervino y se lo llevó a la fábrica, donde le contó al capataz la película. Entre todos acordaron darle media peoná y un billete a Villarrobledo si echaba el turno de noche, así que el pobre encalaor aceptó. Mientras esperaba, los trabajadores del turno de mañana le invitaron a pasar la tarde en la era “la Primera” a jugar a eso del foot-ball, y Benito sorprendió a todos como atleta, y muy inteligente, además. Al final Benito no volvió a Villarrobledo hasta 1897. Se quedó trabajando en las locomotoras tres años, y estuvo en el Locomotoras inscrito como entrenador-jugador hasta que la empresa de los ferrocarriles le ofreció un trabajo de técnico en la estación de Villarrobledo. En una libreta llamada "Misceláneas" Otto tiene pegada una curiosa foto. Esta señora, llamada Elvira, se presentó un día de esta guisa con los tres chiquillos en la estación de Villarrobledo, preguntando por el mecánico los trenes. El resto de la historia habrá que investigarlo en la noble ciudad manchega.

Doña Elvira, que parece que terminó en Villarrobledo.


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